Ser mamá detrás de las rejas

Por Florencia Renda para Revista Cinco W, Septiembre 2012.

Fátima tiene 27 años, es paraguaya, y está presa desde 2010 por homicidio simple. Ingresó en la Unidad 41 de Ezeiza para cumplir los once años de condena con Guadalupe en la panza y Matías de tan solo 2 años. Eligió criar a sus hijos dentro del penal. Una fundación y el estado provincial la acompañan.

Fátima es una más de las 40 mujeres que en la Argentina optaron por vivir con sus hijos dentro de la cárcel. Actualmente, 25 niños, más los que aun están en el vientre materno de las reclusas, son criados, cuidados y socializados tras las rejas. Pero estas madres y sus hijos no están solos. La fundación Volviendo a casa las acompaña desde 1996.

Mabel Carrera, fundadora de la organización comenta que todos los viernes van al penal y trabajan en forma individual o por grupos con las madres detenidas. “Sobre todo se hace mucho hincapié del cuidado de los chiquitos, la violencia, todo lo que tenga que ver con lo que sus mamás vivieron y después repiten con los chiquitos – señala Carrera y agrega: “Se ve mucho el tema del maltrato, la violencia, y se trabaja todo ese tema”.

Todos los viernes retiran a los menores del establecimiento, como una salida recreativa, los regresan el lunes por la mañana. La organización también cuenta con familias voluntarias que reciben a los chicos criados en el penal.

Muchos de esos niños nacieron dentro de los muros de la cárcel y tienen un escaso conocimiento del mundo exterior. “Nosotros los sacamos por primera vez y no sabés lo que es la sensación de hacerlo. El temor, cómo se te agarran de fuerte, al principio todo los asusta”, se emociona Carrera. “Es una posibilidad que Lupi no tendría si no fuese por la fundación. Yo no se la puedo dar porque mi familia vive en Paraguay. Es una ayuda enorme que favorece mucho a las madres que estamos solas, sin familia”, remarca Fátima, condenada por homicidio simple.

“La idea es llevarla de paseo, que pueda pasar por lo menos un fin de semana como una nena de 2 años común y corriente”, señala Victoria Langdon, una de las voluntarias. “Creo que por lo menos estar dos día afuera y poder salir a la calle, tomarse un colectivo, es algo que a ellos les cambia la vida… Algo que para nosotros es lo más normal del mundo.”

A partir de las frecuentes salidas, una cada quince días, se evidencia la mejoría que tienen los menores en cuanto a la parte social, así como la “motricidad gruesa”. Salen, van a la plaza, a peloteros, suben escaleras. Hacen cosas que no tendrían la posibilidad de hacer nunca, porque no existe la infraestructura necesaria en el establecimiento penitenciario.

Victoria Langdon está a cargo de “Lupita”, la hija menor de Fátima, que nació dentro del penal hace dos años. “La relación con la nena va mejorando de a poco. Es difícil para los chicos salir con un extraño y quedarse a dormir en otra casa”, afirma. Cuenta además que en un principio, la chiquita lloraba y no hablaba mucho, pero con el pasar del tiempo se adaptó.

Ahora Lupita juega se ríe, duerme mejor. Por su parte, Mabel Carrera indica que “cuando los chicos vuelven, se relacionan de otra manera. Después lo chequeamos con los profesionales del penal, nos cuentan los cambios que tienen, y generalmente siempre es positivo”.

Acompañar afuera

“Cada vez que Lupi vuelve, viene diferente, aprende cosas nuevas y me dice que se quiere volver a ir”, indica Fátima. Además, recuerda que a partir de las salidas “Matías cambió para mejor. Volvía más tranquilo, contaba con mucha alegría las cosas que hacía afuera, los lugares adonde iba y cómo se relacionaba con los nenes de afuera.”

El encierro, aparentemente, les quita a los menores la imagen de lo que es el mundo exterior; el adentro y el afuera son bien diferentes. Carrera asegura que “es una experiencia muy fuerte para los voluntarios que reciben a estos chicos, para nosotros que los sacamos, y para las mamás. Cuando los chicos llegan, les van diciendo a sus madres cosas que apuntan a modificar su conducta. Una criatura le decía a su madre, que presentaba actitudes violentas, que no pegue, que las cosas se pueden decir hablando”.

Victoria Langdon, por su parte, señala que “los chicos no tienen la culpa de los errores de los padres. Los padres de estos chicos están haciendo un proceso de cambio, de arrepentimiento que está bueno para ellos y para sus hijos”.

Asegura Mabel Carrera que con la mamá es una relación de confianza, la mujer confía en ella para darle a su hija y que la cuide, “ellas nos conocen a nosotros, para nosotros es una responsabilidad, pero también es ese voto de confianza”.

De acuerdo con la política procedimental de la fundación, siempre se busca que la misma persona retire al mismo niño, por el vínculo que se va creando. Después se da una rotación, porque puede ocurrir que se encariñen demasiado. La idea es evitar el sentimiento de abandono del menor una vez que egresan definitivamente del penal.

De todas maneras, Carrera explica que “después de la liberación de la madre, el contacto con los chicos continúa. Nos mandan las fotos de los nenes, en un vínculo para toda la vida, maravilloso”.

En cuanto a los requisitos para que las reclusas puedan recibir la ayuda de la fundación, se les exige únicamente que asistan a las reuniones de los grupos, para trabajar temáticas que pueden influenciar a la criatura. La etapa previa es conseguir la autorización del juzgado. Si las mujeres están procesadas, pueden decidir ellas porque todavía tienen la patria potestad de los menores.

En caso de de que exista una sentencia firme, la decisión corresponde a un juez. El trámite tarda aproximadamente dos meses, pero existen excepciones en situaciones de urgencia en los que hay que obviar todos los pasos, porque ningún menor puede quedar en el penal sin la mamá. Esto ocurre, por ejemplo, en casos de emergencias de salud, partos o traslados por un tiempo considerable en medio de un juicio oral.

Cobertura médica

Cabe aclarar que los niños son cuidados y atendidos exclusivamente por sus madres. Tienen un jardín y una guardería, pero después pasan todo el día con sus mamás. En cada celda hay una cama para las mamás y cunas para sus hijos. “No reciben la comida del penal, cocinan las madres”. Además, los nenes tienen centro médico con pediatra permanente y jardín con psicopedagoga, “en ese sentido es muy completo”, señala Mabel Carrera.

La fundación Volviendo a Casa recibe actualmente ayuda del estado provincial. “Hace dos años estamos teniendo un subsidio. Los profesionales son nuestros, el estado nos da dinero justamente para bancar eso”, confirma Carrera.

No existen referencias de otros estados en los que se desarrollen actividades similares a las que desarrolla la fundación. Esto quizá se entienda al mencionar el hecho de que Argentina es uno de los países en los que los menores pasan más tiempo en las cárceles, cuatro años como máximo. La mamá de Lupita fue condenada a 11 años de prisión, le quedan 2 años y medio para salir por buena conducta (lleva 3 años como detenida) lo que significa que la hija va a salir antes que su madre del penal.

Matías, el otro hijo de Fátima tiene ahora 4 años y tuvo que salir del establecimiento. En su caso, se fue con su familia materna a Paraguay. “Cuando salga Lupi, no sé lo que va a pasar, no sé lo que voy a hacer”, explica Fátima. Lo que si sabe Fátima, es que cuenta con la ayuda de la fundación Volviendo a Casa, tanto en materia de apoyo psicológico para la reclusa y su hija, como en temas vinculados a la preparación de ambas para el momento de la separación y resocialización.

Al respecto, Victoria Langdon resalta: “Creo que es un gran aporte para los chiquitos, para las mamás y para nosotros. Es mezclar dos mundos y tratar de sacar lo mejor de los dos”.

Florencia Renda

CincoW es una publicación de distribución gratuita editada por el Instituto de Comunicación Social (ICOS) de la Facultad de Ciencias Sociales, Políticas y de la Comunicación de la Universidad Católica Argentina, y realizada íntegramente por sus alumnos.

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